“Necesitamos zapatos en buen estado. En concreto zapatillas y botas de montaña. Sería recomendable que marquen el número de forma visible para hacer más fácil el reparto y que aten cada par con los propios cordones de los zapatos o con una cinta para que no se pierdan por el camino”.
Así hablaba en Radio Gandia SER la portavoz del movimiento #RefugiatsBenvingutsGandia, la psicóloga Carmen Puig, acerca de los productos básicos que este movimiento cívico quiere hacer llegar a las personas que malviven en el campo de refugiados de la isla griega de Lesbos a través de la solidaridad ciudadana, la única fuerza que hoy por hoy es capaz de mover el mundo.
Y mientras Carmen describía con aplomo, sin adornos, cómo había que entregar los zapatos para que lleguen a los refugiados sirios, a mi mente ha venido la imagen de unos zapatos de niño atados por los cordones. Unas pequeñas zapatillas metidas en una bolsa de plástico, una bolsa metida en una caja de cartón, una caja de cartón metida en un camión, un camión metido en un avión, y de nuevo, en sentido inverso…el avión, el camión, la caja, la bolsa, las zapatillas y finalmente el niño que camina descalzo por Lesbos, con barro hasta las orejas, y que recibe unas zapatillas atadas por los cordones para seguir su periplo incierto. ¿Adónde le llevarán? ¿Cuánto le durarán? ¿Se las robarán de pura desesperación? ¿Acabarán siendo objetivo de algún fotógrafo o algún cámara que captará esa imagen tan espeluznante de unos zapatos abandonados que alguien calzó alguna vez y que ahora ya no tienen dueño?
“Como un niño con zapatos nuevos”. Así de feliz, seguramente, se sentirá el niño sirio que algún día calce unos zapatos que llegaron dentro de una bolsa, de una caja, de un camión y de un avión españoles, pero cuando ese niño de esa generación perdida crezca y recuerde que la guerra y la barbarie le privaron de un refugio, de una casa, de un país, de un futuro…y de varios pares de zapatillas, quizá no quiera andar a ninguna parte. O quizá aún le queden fuerzas para trazar un nuevo camino por donde comenzar de nuevo su andadura. Ojalá. Mientras, a los que elegimos cada día qué zapatos ponernos, nos queda, como dice #RefugiatsBenvingutsGandia, hacer lo que no hacen las instituciones. En marcha por la dignidad.